Vivencias del Casco Viejo

Emplazado entre las emblemáticas Iglesias Santa Maria y Santa Ana, situadas una frente a la otra, ven transcurrir los años y la historia. La Iglesia de Santa Ana, acompañada en todo momento por el Arco, simboliza las puertas del recinto amurallado que antaño tenía el Casco Viejo y en donde hoy día aún podemos imaginarnos accediendo a esta villa por su portón. Mientras que en el otro extremo, la Iglesia de Santa Maria de Uribarri, hoy denominada basílica, nos acoge con su impresionante pórtico cubierta por madera en donde la falta de columnas parece hacer flotar el techo, y que tanto antaño como en la actualidad, sirve para acoger y celebrar todo tipo de eventos.

Entre dichas iglesias, la vida surge y los negocios afloran, se transforman, cambian o desaparecen. Antaño, se disponía de todo tipo de tiendas y comercios especializados tanto de alimentación como cualquier otra necesidad que se necesitara en el día a día: café a granel, sastrería, Locutorio de Teléfono, y un largo etc. No era de extrañar que muchas de las tiendas también fueran parte de la vivienda, y aunque la puerta estuviera cerrada, un simple golpe al portón y serías atendido por algún miembro de la familia. Las visitas inesperadas o la falta de algún ingrediente para la cena se saldaban fácilmente con un paseo hasta la tienda correspondiente. También era costumbre entre los clientes asiduos y comerciantes, tener una “cuenta” en las tiendas, e ir acumulando la deuda de las pequeñas compras que se realizaban sin tener la necesidad de abonar en el momento la cuantía. Estas cuentas se abonaban semanal o quincenal mente, dado que las empresas pagaban la nómina o anticipo de la misma forma. O qué decir de cuando nos enviaban a los niños a hacer el recado, y le dejábamos “apuntado” para que pasara la madre posteriormente a saldar la deuda. Este era realmente el denominado “comercio de cercanía”.

Echando la vista atrás, vienen a mi memoria tres negocios que tienen un lugar especial en mí entre los muchos negocios que hemos podido ver pasar durante los años: La farmacia de D. Pascual Urquizu, El Sillero y las Marchantes del pórtico.

De la farmacia de D. Pascual Urquizu, la cual, se tiene conocimiento de su existencia desde el año 1868 bajo la tutela de diferentes farmacéuticos, no sólo podíamos admirar su decoración y majestuosidad, sino que su dueño, el boticario Urquizu, producía sus propios remedios.

Foto cedida por Gerediaga Elkartea

Desde mi ventana, de niño, veía cómo regresaba del campo con las plantas y las ponía a secar para poder realizar los remedios como el Gran Anisete Uribarri con especias vegetales y el Gran Licor Tavira, tónico estomacal y digestivo. De este último, se sigue comercializando desde 1927 gracias a la fórmula de D. Pascual Urquizu, aunque actualmente es denominado Vermut.

En cuanto a El Sillero, hoy en día aún nos sigue embaucando el olor a cordel que tiene nada más abrir la puerta; pero muchos no saben que su primer dueño, Juan Errasti, fue campeón de Mundo de tiro a pichón a las 65 años, y junto a su esposa Paula Jainaga, nos proporcionaban el calzado que necesitábamos. Aunque la situación original se ha visto modificada, anteriormente se situaba en Andra Mari Kalea, colindante a la farmacia anteriormente citada, pero aún en funcionamiento en Kampatorrosteta con el mismo ambiente hogareño de nuestra juventud.

Las marchantes del pórtico de Santa Maria nos endulzaban con sus puestos de dulces y golosinas durante todo el año. Reconocidas en todo el pueblo, Boni, Primi junto con alguna más, aguardaban en invierno y verano a que los niños y jóvenes del pueblo se acercaran a comprar sus dulces con la paga. Muchas veces debían mover sus puestos por las goteras del pórtico, mientras que en invierno el asador de castañas les servía de calefacción para poder aguantar las horas.

Añorando el comercio de cercanía en la actualidad, un pequeño rastro podemos encontrarlo a las espaldas de la Iglesia de Santa María, en donde el mercado de productos del campo nos acoge cada sábado por familias productoras para su consumo y venta sin intermediarios, garantizando productos frescos y de calidad, a un precio justo. Junto a ellos, se emplaza el Mercado Municipal.

El Ayuntamiento invirtió en el espacio habilitado modernizándolo, y creó veintidós puestos individuales para diferentes tipos de comercios, pero lamentablemente, hoy solo se encuentran seis en pleno rendimiento.
El cambio cultural nos lleva también al cambio en el Casco Viejo. Uno de los más drásticos y que condicionó a la mayoría de los comercios, no solo a los anteriormente descritos, fue la peatonalización de la zona. Su devastador efecto, ocasionó que los hábitos de compra se desplazaran a las áreas comerciales más lejanas aprovisionadas de grandes aparcamientos. Además, internet y las compras por catálogo u Online, 24horas abiertas, terminaron por sentenciar a los pequeños comercios del casco viejo.
Elevados costes de los locales, falta generacional para seguir el legado, crisis económicas, crisis culturales, y ha falta de algo más, una pandemia, hace que muchos locales se vean obligados a cerrar. No decae nuestra esperanza al ver a nuevos autónomos que emprenden su proyecto en las inmediaciones para seguir dando vida no solo a la zona del Casco Viejo, sino a todo el pueblo.
Como conclusión, la duda que surge es si el pequeño comercio se hunde, sobrevive o si tiene posibilidad de evolucionar creando una nueva esperanza.

 

Jose María Arrillaga

Vivencias de Juventud de un vecino del Casco Viejo de Durango

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