“Me tomo un café a la mañana, otro a primera hora de la tarde y ahora, visto lo que están sufriendo, me tomo un pintxo al mediodía con un botellín de agua. En tres bares diferentes para dar cancha a todos, sin apenas quitarme la mascarilla, muchas veces yo solo, en la terraza, en menos de quince minutos y solo en aquellos establecimientos que cumplen las medidas sanitarias de manera estricta. ¿Acaso es más peligroso que desplazarme en el autobús a Bilbao, lleno de pasajeros y durante media hora en un habitáculo cerrado de 30 metros?” nos cuenta Joselu, un durangués preocupado con el avance de la pandemia, pero también triste por el hundimiento que ve en los sectores más afectados por la Covid-19.
Ainara, una funcionaria que viene a trabajar a Durango, muestra su dilema personal:”No es justo lo que está sufriendo la hostelería y que se les demonice. Entiendo que yo, por ejemplo, tengo el sueldo seguro cada mes y que hay muchas personas que están sufriendo lo que no está escrito para no hundirse. Yo intento seguir con mi café diario. Eso sí, tengo en cuenta que el bar sea muy estricto con las medidas y yo soy la primera que me lo tomo a rajatabla conmigo misma. La verdad, veo más irresponsabilidad en algunas personas que en los hosteleros. El comportamiento de algunos es lo que realmente hace daño a todos. Me acuerdo de un bar de Durango que durante la desescalada fue muy estricto y recibió duras críticas – bajo el anonimato de redes- por ser tan contundente. Esos comportamientos de esos incívicos deberían penalizarse y al mismo tiempo, aplaudir a los hosteleros que están dispuestos a tener una úlcera con tal de velar por unas rígidas medidas sanitarias en su local”, nos dice con énfasis las últimas palabras.
Jaione, una prejubilada de banca que reside en Durango, también nos muestra su preocupación. “Es difícil buscar un equilibrio. Por una parte, las consignas de los sanitarios, que hacen todo lo posible para evitar que esta pandemia vaya a más; por la otra, el hundimiento de algunos sectores, como la hostelería. Para mí, la verdadera culpa la tenemos cada uno. Cuando tomo un café, nadie me tiene que decir las medidas que tengo que tener. Si todos pusiéramos nuestro granito de arena, la situación sería diferente. Pero claro, la responsabilidad debería ser todo el día y en todos los sitios, incluido en nuestras casas con las reuniones familiares, por ejemplo”, nos puntualiza Jaione.
Ángel, Irene, Txus, Javi, Eva, Julio, Jon, Rakel, Angie, Jésus, Pili, Tony, Esti, Roger, Kiko, Iñigo, Asun, Aitor, Ainhoa, Alberto, Amador, Rober, Fernan, Marko, Ander, Oier, Mikel, Patxi, Asier, Kan, Nerea, César, José Mari, Ainhoa,…son un ejemplo de la cantidad de personas que se parten el alma por ser buenos profesionales y cumplir con las normas sanitarias de la manera más estricta posible. Siempre con una sonrisa, a pesar que la procesión va por dentro.